martes, 3 de octubre de 2017

Cierva de la Cueva de Altamira.


La obra propuesta es un claro ejemplo de arte rupestre, en el que se emplean las paredes de una cueva como soporte pictórico. Representa una cierva en una actitud de carrera. Se trata de una figura policromada en la que se utilizan tonos tierra y rojos para dar color al animal y se deja el negro para las líneas que delimitan los trazos del dibujo.

La pintura rupestre se desarrolla de forma habitual durante el Paleolítico Superior. En este periodo se establece una clara diferencia entre los lugares destinados a la vivienda y los espacios dedicados a diferentes rituales. Mientras aquéllos eran lugares creados por las manos de sus ocupantes, éstos eran cuevas o cavernas que se encontraban en la naturaleza, por lo que se cree acertada la idea de que los habitáculos decorados con pinturas rupestres eran considerados como espacios sagrados. Las pinturas están cargadas de simbolismo y, en muchas ocasiones, responden a ritos o ceremonias de carácter mágico-religioso. Se conoce como «magia simpática» este hecho de representar la acción que se desea realizar más tarde. Habitualmente se relaciona con la caza, y por eso aparecen animales representados en distintas actitudes o con lanzas clavadas, de la misma forma que se deseaba que ocurriera en las cacerías. 

El lugar en el que se situaba cada una de las figuras rupestres no era algo dejado al azar, sino que el «artista» paleolítico elegía con mucho cuidado la ubicación de cada imagen dentro de la cueva. Los animales ofrecen diferentes posturas, adaptándose a los salientes de las rocas, y a través de éstos se buscaba crear volúmenes, pero no con el color, el trazo o el sombreado. De este modo, el pintor debía dominar a la vez la pintura, el dibujo y el muro accidentado que le servía de soporte. 

La cierva que aparece reproducida en la imagen pertenece al complejo de Altamira, situado en la Cordillera Cantábrica, en las inmediaciones de Santillana del Mar. En esta misma zona geográfica también se encuentran otras cuevas con pinturas rupestres de la misma época, como las de El Castillo, Las Chimeneas y La Pasiega. 

El conjunto de Altamira cuenta con dos estancias: 

* La más externa tiene el techo cubierto en su totalidad con pinturas que representan en su mayor parte bisontes y ciervos

* La segunda estancia, más profunda, pequeña y oscura, está cubierta con pinturas monocromas. 

La cierva de la imagen se encuentra situada en el gran techo de la primera estancia, donde los animales aparecen generalmente aislados, aunque en alguna ocasión hay pequeños grupos de ellos superpuestos. La actitud de las figuras es completamente natural e instantánea. Cada una de ellas muestra una postura que parece ligada a una acción determinada: la cierva parece correr y, por el volumen de su vientre, también da muestras de un posible estado de gestación. Pero la acción no está situada en un espacio concreto, ya que se limitan a presentar la naturaleza según era observada en un momento determinado, sin necesidad de ligarla a una sucesión narrativa. La presencia de figuras antropomórficas es escasa en esta sala y, cuando aparece, lo hace de manera muy esquemática en comparación con las pinturas de animales. 

Esta cierva de Altamira es una bella muestra del significado y las cotas que llegó a alcanzar la pintura rupestre anterior al 8.500 a. C., tanto en España como en el resto de Europa. 

Fuente: Historia del Arte (Nexos), Santillana,